Por Pablo E. Díaz
Víctor Mesa fue, sin dudas, la figura más polémica y controversial del béisbol cubano, en los últimos quince años. Su ansia por ganar una Serie Nacional, y la impotencia que le generaba sus constantes resultados adversos en partidos cruciales, lo llevaron al límite. Tal es así que llegó a desearle la muerte, durante un juego, a un ser querido de uno de los mejores árbitros que ha tenido Cuba en su historia más reciente; quien en su momento, su gran amigo.
Un equipo de Swing Completo tuvo el privilegio de conversar con el prestigioso umpire, Luis César Valdés, acerca de uno de los capítulos más amargos que enfrentó en un terreno de pelota durante su extensa y exitosa carrera de 27 temporadas como imparcial.
«Yo estaba en el Hospital “Hermanos Amejeiras”, de La Habana, con mi padre recién operado y recibo una llamada telefónica del nivel central para que me trasladara a la ciudad de Cienfuegos a trabajar un juego porque se había dado una situación compleja con un compañero mío en esa subserie», rememora César.
«Luego Víctor se comunica conmigo y me felicita por mi trabajo en ese partido; seguidamente, me dice que él tenía el último juego en el Huelga espirituano, y en ese lugar pasaban cosas que a él no le gustaban, de esa forma me pidió que yo trabajara en home esa noche», explica Valdés.
Luis Cesar, natural de San Juan de los Yeras nos explicó que «en ese instante le comunico que iba a ser complicado para mí arribar a tiempo, porque estaba pasando por un momento familiar difícil, debido a todo el estrés que implicaba la recuperación de mi padre, quien se encontraba delicado de salud y, además, no había descansado nada; justo a esa hora yo me estaba trasladando, en una ambulancia con mi papá, a la ciudad de Santa Clara; demoraría cuatro o cinco horas en llegar».
«Después de tanta insistencia accedí a viajar y actuar como árbitro principal. Todo para que él no se pusiese bravo y dijera que trabajé en Cienfuegos y en Sancti Spiritus no. Al final esa decisión me costó su amistad. Fue incómodo para mí, mi papá me dijo que no fuera, recuerdo sus palabras “deja a Víctor que haga sus cosas, no estás bien, ya hiciste un esfuerzo en Cienfuegos, no te expongas más, recupérate emocionalmente y después regresas”. El viejo tenía razón», relata con la voz entrecortada el corpulento umpire.
Y agrega: «Lo hice pensando en forma positiva, realmente creí que mi presencia lo calmaría un poco porque conmigo, o se calmaba, o se iba del juego; yo no le permitía faltas de respeto, no solo a mí, tampoco a ningún compañero mío. En ocasiones la polémica no era conmigo, pero él no entendía que yo era el que dirigía el cuerpo arbitral y debía velar por la disciplina».
«Ya en el juego a Matanzas le fabrican cinco carreras, y se da una jugada de un lanzamiento pegado que impacta con el bate cerca de la mano del hombre en turno, Manuel Benavides. Todos saben que, Benavides, recorta el bate y regala cinco o seis pulgadas a la corona del implemento, si esa bola le da al bateador en la muñeca, hubiese tenido que salir del terreno con la mano enyesada», aseguró.
La historia no termina ahí: «Acto seguido salió del banco de forma descompuesta y yo lo expulsé. Es entonces cuando viene la ofensa que no se me olvidará jamás, no se me borra de la mente, me ofendió a mi papá y le deseó la muerte en más de una oportunidad, es algo que todavía no puedo digerir», sentenció.
«Era muy difícil trabajar en un partido donde Víctor estuviese presente. Varios de los mejores y más experimentados árbitros del país, dígase Omar Lucero, Pedro Melchor Fonseca y el propio Nelson Díaz, cuando actuaban varias veces en partidos de Matanzas pedían rotar debido al estrés que generaba su presencia en la cueva, y más si era en el Victoria de Girón», argumentó.
Actitudes como estas se volvieron comunes en la carrera que protagonizó VM32, como manager en Series Nacionales, se expresaba de manera déspota, arrogante y autoritaria hacia todas aquellas personas que él imaginase pudieran interferir en su camino hacia la ansiada corona, que nunca alcanzó porque, gracias a dios, existe la justicia divina.
Cómo pasar por alto la vez que le lanzó arcilla en los ojos al árbitro Omar Peralta y sus incontables altercados con aficionados y personal de la prensa, sin olvidar los procederes que utilizó con una buena parte de los entrenadores que trabajaron con él, muchos de los cuales salieron por la puerta del fondo y con la cabeza abajo.
Es que simplemente este personaje es de esas almas capaces de lograr que sus semejantes experimenten sentimientos encontrados hacia él y emanen hipocresía y desprecio en su andar por los terrenos y la vida. Definitivamente el significado de la palabra AMIGO él no lo conoce.
«Yo soy religioso igual que su difunta madre, a Olga la quise mucho como también lo quise a él y a su familia. Sé que fue duro su bregar por la vida, su entrega como jugador fue excepcional, pero desgraciadamente la terminación conmigo no fue así y Cuba entera lo sabe, no se lo niego a nadie, se acabó la relación ahí para toda la vida», afirmó.
Antes de cerrar, el otrora jefe de reglas y arbitraje de la Federación Cubana de Béisbol (FCB) agregó que «creo que ha sido inteligente de su parte no tratar que haya acercamiento nuevamente, pudimos llevar una amistad excepcional, pero es muy complicado ser amigo de alguien tan explosivo, yo estaba en el otro bando, en el bando que exigía cumplir con una disciplina y un reglamento».