¿Nuestro deporte primero en la TV Cubana? No, que va, el internacional

Por Kiara González

   Hace ya algún tiempo durante el desarrollo en nuestro país de los playoff finales de la Liga Superior de baloncesto, alguien me comentó que la poca afluencia de público a una de las salas con mayor tradición baloncestística en Cuba demostraba que ya la era del baloncesto había pasado.

   Respondiendo a mis instintos naturales riposté al momento: “Si nos guiamos por la poca afluencia de público a eventos del deporte en la isla como la Liga Nacional de fútbol, pudiéramos afirmar que tampoco es la era del más universal. Si revisamos los índices de asistencia a los estadios provinciales durante la Serie Nacional de béisbol o el Campeonato sub 23 en su etapa regular, sería lógico pensar que tampoco estamos en la era del béisbol. Eso, ojo, sin contar la pasada campaña donde se vivió una efervescencia tremenda pero más bien en las instancias decisivas.

   Atendiendo al quorum que se llega hasta el estadio Panamericano de la capital en temporada de Copa Cuba o durante el Memorial Barrientos, todos asegurarían que incluso no es la era del atletismo, el llamado deporte rey”.

   Aunque es duro decirlo, hoy, en Cuba estamos en la era de todo lo que provenga de “afuera”, porque eso que viene de afuera supone estar bien producido, tener calidad, verse bonito, en fin, se puede consumir. Si estuviéramos hablando de algún tipo de comida pudiéramos asegurar que ese es un plato agradable al paladar.

El deporte no escapa a este fenómeno.

   Por el contrario, en Cuba, a partir de los problemas económicos conocidos de sobra, hay que lidiar con transmisiones de mediana o baja calidad de nuestro deporte porque los estadios o cualquier otra sede no está en las condiciones ni siquiera decorosas para ser televisados.

   A eso se suma que, muchas veces para no generalizar, la calidad del espectáculo es cuestionable, por lo que aún a los escenarios a los que se le ha pasado un barniz tampoco asiste la cantidad de público que se desea. De ahí que muchos se pregunten cuál es el atractivo, más allá del propio juego, que hay en un estadio de pelota.

   Pienso que no hay suficiente promoción a los diferentes espectáculos deportivos, que incluso, muchas veces son de nivel internacional. Habría que sumar el horario en que se desarrollan, entre otros tantos factores. Y si pensamos en la calidad propia de las transmisiones, la preparación de quienes son responsables de hacerla, de ofrecer un producto de entretenimiento pues llegaríamos a la conclusión que estamos cada vez más lejos de la verdadera concepción de espectáculo. No se trata únicamente de limitaciones tecnológicas sino de una incapacidad para lograr un producto de calidad.

   En Cuba, los aficionados quieren ver canastas de tres, batazos más allá de los 400 pies, remates de espanto, goles de chilena, saltos de leyenda, nocauts con ganchos al estómago, saltos mortales perfectos. Pero eso, eso es lo que ofrecen, lastimosamente, todos esos productos importados. Se trata de un fenómeno que trasciende al deporte. Es visible en el cine, la música, en el mundo de los espectáculos, en sentido general.

  De ahí se desprenden otros análisis que van desde el modo en que nos vestimos hoy hasta por qué en Cuba crece cada vez más el gusto por el fútbol por encima del béisbol, nuestro deporte nacional, cada vez más menos difundido, seguido o valorado.

   Voy a referirme a este tema dando mi visión del asunto pero antes dejo claro una cosa pues prefiero adelantarme a lo que puedan pensar. No soy detractora del fútbol ni de ningún otro deporte. Sencillamente disfruto haber nacido en un país con esta gran tradición beisbolera y no creo que los días de gloria de la pelota hayan terminado.

   Los medios nacionales se empeñan en validar, certificar, aprobar, la práctica del más universal, enraizado ya en lo más profundo del gusto popular en Cuba. Dicen diferenciarse de grandes cadenas del deporte como ESPN, puesto que los intereses son otros. No defienden el mercantilismo ni el profesionalismo sin embargo reproducen sus patrones. Eso sí, se hacen eco de sus encuestas donde en una lista de los 100 deportistas más famosos del mundo no cabe ni un solo pelotero de tantos que juegan al máximo nivel y donde ni por asomo entra alguno que por su procedencia, orígenes, quizás cultura tienen que ver con nosotros.

   Nos damos el lujo (y me incluyo porque de alguna manera también formo parte de esto) de legitimar en los espacios informativos deportes y figuras que nada tiene que ver con nuestra manera de pensar, que obvian, incluso, que Cuba existe en el mapa mundial.

   Nos hacemos eco de que la fanaticada del fútbol extranjero, repito ojo: no del fútbol nacional, crece cada día más. Los ídolos, ya no solo de la juventud, no salen de la masividad, sino que forman parte de un entramado económico que unido a su talento, obviamente, los hacen brillar.

   Sin embargo, se priva a muchos de la posibilidad de tener y seguir a sus ídolos, esos que no decidieron o no son buenos dándole patadas o corriendo tras una pelota y anotando goles, haciendo malabares, fintas sino conectando jonrones y dándole la vuelta al diamante beisbolero.

   Durante estas jornadas de cuarentena se pidió a gritos que desempolvaran archivos y desenterraran juegos de béisbol que marcaron época y aunque demoraron un poco, los aficionados estuvimos de plácemes al refrescar la memoria con el juego final de la serie en que Holguín se coronó Campeón por primera y única vez  en su historia, o el desafío que definió la Serie Nacional  de 2010 entre Industriales y Villa Clara. También pudimos volver a ver el partido que dio el pase a la final del Primer Clásico Mundial, último gran resultado de la pelota cubana a ese nivel.

  Y es que si ante la oleada de fútbol, existía un pequeño nicho para los amantes de las bolas y los strikes, se encargaron de privarnos de él cuando desapareció Béisbol de Siempre, único programa de televisión en el que semana tras semana (mientras no se viera afectado el espacio por alguna que otra transmisión, casi siempre de un partido de fútbol) recordábamos los días de gloria de nuestro país a la arena internacional y a esas grande figuras que han provocado disimiles alegrías aun en los peores momentos de nuestra historia.

   Pero todos sabemos que es solo cuestión de tiempo, nada más se retomen las principales ligas del mundo, el más universal volverá a llenar la parrilla de programación de Tele Rebelde y empezará nuevamente la competencia y la Serie Nacional como producto en sí no está apta para dicho enfrentamiento.

   El fútbol para Cuba no debe dejar de ser el más universal de los deportes, un título que, por supuesto, no adquirió en la isla, porque desde hace mucho tiempo, para un cubano el universo se llamaba béisbol. Tampoco debe dejar de desatar pasiones, no debe dejar de gustar, no debe dejar de jugarse. Pero eso sí, la pelota debe ocupar su lugar porque si transmitimos el mejor fútbol del mundo, en los mejores estadios – que no tienen nada que ver con los nuestros-, con la mejor imagen – HD en la mayoría de los casos-, tenemos que satisfacer la necesidad de los que hoy queremos ver el mejor béisbol del mundo, en los mejores estadios del mundo y donde además los héroes de los partidos nos corresponden más porque algunos de ellos nacieron de entre nosotros mismos.

https://swingcompleto.com/condenado-sin-mlb-cuba-respeto-octubre/

   Justificar es muy fácil… No se transmiten las Grandes Ligas porque no podemos pagar la señal, acaso se le paga por las transmisiones de los juegos de la Liga de Campeones o la Liga del diamante de atletismo, o los Grand Prix de Judo, etc. Ejemplos hay de sobra… Supongo que se trata más de una predisposición y de los intereses de alguien que no se atreve a explicar en público por qué en Cuba se nos priva de la oportunidad de disfrutar de un buen juego de béisbol aunque sea diferido.

   Yo llevo mucho tiempo haciéndome preguntas. ¿Acaso no se sabe que la pelota es el deporte nacional? ¿Acaso esa persona desconoce de nuestra historia, de la tradición beisbolera de nuestro país? ¿Acaso tendrá que ver esa persona con el desinterés manifiesto de dejar al abandono los campos beisboleros en cualquier rincón de nuestro país? ¿Acaso nos quieren borrar nuestra información genética donde casi viene predispuesto que seremos peloteros? ¿Acaso es eso? ¿Acaso no es eso falta de identidad nacional?

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