Por Yasel Porto
Esta es una historia totalmente real pero que solo se conoció públicamente gracias al testimonio de su protagonista, un hombre cuya valentía ha sido una de sus características esenciales no se puede catalogar de absoluta por el pánico hacia algo a lo que muchos le profesan un respeto absoluto.
Si bien hay que decir que casi todo lo relacionado con el tema de la muerte deja por lógica muy poco espacio al humor, lo contado por el legendario Alfonso Urquiola Quiroga consigue que antepongamos la sonrisa a cualquier otro pensamiento o reacción habitual cuando se habla de cementerios, morgues, muertes…
Para el estelar ex segunda base y todavía manager no existió pena alguna a la hora de contar públicamente par de historias de su pasado en las que dejaba claro su principal temor. Cuentos donde se muestra la sencillez y estilo tan particular y natural de alguien que se ganó la admiración de millones de personas.
El primero de los pasajes se produjo en una morgue en Santiago de Cuba y el segundo en el cementerio de Colón. En ambos casos la visita lo cogió totalmente de sorpresa y no tuvo otro remedio que salir corriendo lleno de susto y nerviosismo.
Tan fuerte fue la cosa que la vez experiencia en tierras santiagueras estuvo a punto de dejarlo fuera de la alineación por petición personal de él a su manager José Miguel Pineda. Pero al descubrir que aquello había sido una broma preparada por su rival de posición Juan Martínez de Osaba para poder jugar como titular, aquello lo hizo recuperarse psicológicamente para enfocarse de nuevo en el juego que tenían que realizar frente a la selección oriental.
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Aunque Osaba se ha dado a conocer por su destacada labor como historiador, realizador audiovisual, maestro de ceremonias, poeta, músico, humorista y sobre todo escritor de múltiples libros y profesor de la Universidad del Deporte en Pinar del Río.
Jugó por varios años a nivel provincial con las Minas y luego tuvo la posibilidad de actuar en Series Nacionales, aunque con menos estelaridad y tiempo de servicio en comparación con su gestión en la era más reciente. Su hermano Francisco fue uno de los entrenadores icónicos de la provincial más occidental de Cuba durante décadas.
La ocasión del camposanto capitalino fue todavía más compleja sobre todo porque el “patín” que tuvo que llevar a cabo el extraclase intermedista y manager pinareño fue mucho mayor que el de la morgue. Tan desesperada fue la situación vivida por el natural del actual poblado artemiseño de Orozco que cuando se detuvo y miró a su alrededor se encontraba en la Plaza de la Revolución. En esta oportunidad sí fue algo casual por completo.
Fuera de esto no hay nada en lo que Urquiola no haya demostrado el valor suficiente para enfrentarlo y hasta superarlo prácticamente siempre. Son pocas las figuras del béisbol capaces de superar el arrojo y coraje de él dentro y fuera del campo del deporte. Y los ejemplos no solo sobran, sino que están ahí al alcance de los que pueden dudar de lo que acabo de expresar.
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Aquí los dejo con la historia que el propio Alfonso contó en un encuentro especial que se realizó en la comunidad pinareña de “La Conchita”.