Por Jesús Pérez Vichot (Chuchi)
En muchas ocasiones he escuchado o leído que el Salón de la Fama de Coooperstown y sus votantes, dígase escritores o miembros de algún comité especial, han sido injustos al no tener en cuenta a determinados jugadores negros y latinos. Estos criterios los respeto e incluso años atrás también llegué a pensar algo semejante. Sin embargo poco a poco aquellas dudas u opinión que me merecían fueron disipándose con el pasar del tiempo, pues no solo las llamadas «injusticias» se cometían con los jugadores nacidos fuera de los Estados Unidos.
Hay que ser realista, en las Grandes Ligas no abundaban los jugadores foráneos con méritos suficientes para ser considerados inmortales en la primera mitad del pasado siglo, yo diría que ninguno. El mismo Adolfo Luque (cubano) tuvo temporadas espectaculares, pero lo números totales que registró durante su carrera están algo distantes del promedio de los lanzadores que pertenecen al Salón de la Fama (HOF por sus siglas en inglés).
En el caso de los jugadores que se desempeñaron en las llamadas Ligas Negras, la historia es diferente. Muchos de aquellos jugadores tenían un gran talento que debido al racismo imperante de la época no pudieron exhibir en las Ligas Mayores de Béisbol (MLB). Pero la actuación de esas estrellas de color que sobresalieron en su liga se ha reconocido y no son pocos los que tienen su placa en el recinto histórico (algunos de procedencia latina). De hecho, las estadísticas de las Ligas Negras ya forman parte de los libros de récords de la MLB.
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Es posible que con algunos jugadores no se haya sido del todo justo. Por ejemplo, el cubano Orestes «Minnie» Miñoso no pudo recibir la noticia que tanto anheló en vida, pero ahí está el gran dilema. El legendario jardinero de los White Sox mereció estar en Coooperstown hace años y no sucedió hasta la última clase. Otro caribeño, Luis Tiant, también pudo merecer desde hace ya unos años el camino a la inmortalidad, pero se le ha negado hasta el momento. Espero que el ex lanzador del famoso wind up pueda disfrutar en vida de este reconocimiento.
Pero si analizamos los nombres de peloteros que debieron estar mucho antes de ser elegidos, no todos son latinos o negros, no, también los hay estadounidenses…. y no solo eso, hasta algunas grandes estrellas no recibieron en su año de elegibilidad la cantidad de votos que debían obtener. ¿No les viene a la mente el caso de Derek Jeter? Capitán de los Yankees, el equipo más emblemático de la historia de la MLB, nacido en USA y no recibió todos los votos, cuando la mayoría (me incluyo) pensaba que entraría al HOF de forma unánime. Esto fue algo que sí logró un latino, el panameño Mariano Rivera, más que merecido, pero entonces cabe la pregunta: ¿Dónde está la discriminación? Señores, hasta escritores latinos tienen derecho a votar para el HOF.
Independientemente del tema esteroides u otra causa, no podemos decir que la «injusticia» ha sido solo con los jugadores foráneos y de color. Porque Roger Clemens, Curt Schilling, Mark McGwire, además de los emblemáticos Joe Jackson y Pete Rose (ambos suspendidos de por vida por temas relacionados con apuestas) son figuras muy admiradas generalmente, con números impresionantes y todavía sus placas no aparecen en el museo del béisbol.
Repasemos cuántos jugadores nacidos fuera de los Estados Unidos pertenecen al Salón de la Fama de Coooperstown (solamente jugadores):
CUBA (6): Martín Dihigo (1977), Tany Pérez (2000), Cristóbal Torriente (2006), José Méndez (2006), Minnie Miñoso (2022) y Tony Oliva (2022).
PUERTO RICO (4): Roberto Clemente (1973), Orlando Cepeda (1999), Roberto Alomar (Clase de 2011) e Iván Rodríguez (2017).
REPÚBLICA DOMINICANA (4): Juan Marichal (1983), Pedro Martínez (2015), Vladimir Guerrero (2018) y David Ortiz (2022).
PANAMÁ (2): Rod Carew (1991) y Mariano Rivera (2019).
VENEZUELA (1): Luis Aparicio (1984).
PAÍSES BAJOS (1): Bert Blyleven (2015).
Aclarar que hay casos de jugadores con raíces foráneas que no están en la lista porque nacieron en EEUU. Quizás el caso más llamativo es el de Edgar Martínez. Considerado por muchos como boricua (nada en contra, pues se identificó muchísimo con la isla del encanto), pero que nació en New York, NY.
Esta relación de inmortales no nacidos en Estados Unidos pudiera aumentar en los próximos años. Los venezolanos Omar Vizquel, Bobby Abreu y Francisco Rodríguez aparecerán en las boletas de las clases venideras. Lo mismo ocurrirá con el boricua Carlos Beltrán, el curazoleño Andruw Jones, los dominicanos Manny Ramírez y Adrián Beltré (aparecerá en 2024) y el japonés Ichiro Suzuki (2025). Alex Rodríguez también seguirá apareciendo en las futuras boletas, pero al igual que Edgar Martínez, nació en Esyados Unidos, aunque igualmente ha estado muy vinculado al país de sus raíces, la República Dominicana.
Que jugadores de posición y lanzadores nacidos en territorio norteño como Bill Freehan, Lou Whitaker, Jeff Kent, Thurman Munson, Todd Helton, Dick Allen, Bill Dahlen, Jimmy Rollins, Kenny Lofton, Dale Murphy, Jim Edmonds, Dave Parker, Dwight Evans y los lanzadores Ron Guidry, Tommy John, Billy Wagner, John Franco, Dave Stieb, David Cone, Kevin Brown, Dan Quisenberry, Joe Nathan, Kent Tekulve, Sparky Lyle, entre otros, aún no sean inmortales, da la medida que lo «injusto» no solo se es con los jugadores foráneos, sino que es un mal generalizado que en mi criterio puede ir en la percepción, preferencia o apatía y hasta ignorancia en determinados votantes con respecto a la trayectoria y logros obtenidos por los candidatos.
Es lógico y habitual que nosotros los latinos respaldemos a nuestros atletas en todo momento, pero a veces hay que ir más allá para darnos cuenta de que otros deportistas que no pertenecen a nuestra región o país también tienen derecho o en este caso, son perjudicados de igual manera por un sistema de votación que deja mucho que desear. No se puede culpar al Salón de la Fama o a una nación por la exclusión de un determinado jugador, desgraciadamente está en manos de algunos (no todos) escritores que desde mi perspectiva les queda un poco grande asumir esta responsabilidad.