Por Modesto Agüero
Uno de los mejores lanzadores de Cuba, obtuvo el liderato de ponches en 1974, mejor efectividad en la campaña de 1981-1982 y el 9 de marzo de 1983, lanzó un Cero Hit Cero Carrera ante la selección de Camagüeyanos en la IX Serie Selectiva. Lo que pocos conocen es que Julio Romero obtuvo títulos de Ingeniero Civil, técnico medio en topografía y la Licenciatura en Cultura Física. Esta última, para mantenerse vinculado con el béisbol, como él mismo señala.
Julio comenzó en el deporte como portero en el fútbol, quizás por su estatura. Pero su pasión era el béisbol y comenzó a jugarlo, primero como tercera base y receptor. Pero, debido a su potente brazo pasó a ser lanzador.
Su primera competencia fue en 1970 en un campeonato de segunda categoría hasta que en 1972 llegó a la Serie Nacional. Se trata de uno de los lanzadores más inteligentes que han pasado por los campeonatos nacionales cubanos.
Recuerdo que en una de nuestras conversaciones durante una Serie y ya él retirado, me decía que recordaba dos momentos muy grandes en su carrera. En Edmonton, Canadá en la Copa Intercontinental de 1981, lo designaron para trabajar frente a Estados Unidos y Cuba ganó por nocao 13×3 y él lanzó completo.
La otra gran satisfacción fue en el Campeonato Mundial de 1984 en La Habana. El pitcheo cubano no estaba bien. Julio Romero relevó por la mañana frente a Puerto Rico y por la noche abrió contra Estados Unidos. Le dieron solo dos hits.
Romero, un gran lanzador y luego un destacado entrenador de pitcheo, señala que el mayor secreto para ser un buen monticulista es cultivar extraordinariamente su voluntad y disciplina para entrenar y superarse constantemente. Eso hace ser cada día mejor a un pitcher. El otro factor principal es el control. Cuántos lanzadores hay que no tienen una gran velocidad ni una pronunciada curva, ni siquiera un gran repertorio, pero ponen la bola donde quieren y le hacen mucho daño a los bateadores.
Por ejemplo Julio Romero tiraba, recta, curva, sinker y cambio de velocidad pero su mejor arma era la táctica, es decir, sabía utilizar en cada momento el lanzamiento adecuado de acuerdo a las características de cada bateador.
Julio, aunque jugó primero con Forestales que no era un equipo ganador y luego con Vegueros que no tenía la fuerza de ahora, ganó 148 juegos, le batearon solo para 214 y su promedio de limpias fue muy bueno 2,31.
Por su vida dedicada a la pelota, podemos decir que se perdió un ingeniero, pero se ganó un buen entrenador de lanzadores.