Por Swing Completo
No son muchas las historias dentro del béisbol cubano capaces de superar en tragedia y pena a la relacionada con el protagonista de este escrito, una persona que fue de un extremo a otro en su vida y de quien hoy prácticamente no se tienen noticias de su real paradero.
Nadie duda que el exsegunda Oscar Macías se convirtió en uno de los bateadores más temibles del béisbol cubano durante más de una década en la que a base de ofensiva se ganó un puesto en la selección nacional, incluso como titular pese a coincidir con varias figuras muy destacadas en su posición como Antonio Pacheco, Juan Padilla y Yobal Dueñas.
El nacido en Güira de Melena en 1969 fue consolidándose primero en sus equipos en la Nacional (Habana) y Selectiva (Agropecuarios y Habana) hasta que en 1998 los técnicos se quedaron sin argumentos para excluirlo del team Cuba. Allí estuvo, aunque sin penas ni glorias, pues el manager Alfonso Urquiola utilizó a Pacheco de intermedista y a Orestes Kindelán como designado en el Mundial de Italia y los Centroamericanos de Maracaibo.
La Copa Intercontinental de 1999 sería su primera oportunidad como regular, y gracias a su buen desempeño que luego mantendría en la siguiente Serie Nacional y preselección nacional vio las puertas abiertas para tener un puesto seguro en el lineup dentro de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Su bateo estuvo a la altura de los mejores incluyendo el partido por el oro donde uno de los tres hits de la escuadra dirigida por Servio Borges frente al norteamericano Ben Sheets, salió precisamente del madero del recio toletero melenense.
El “toro” e mantuvo en el Cuba hasta el 2002 cuando de repente y sin explicaciones lógicas perdió el protagonismo dentro de la selección, incentivado especialmente por el regreso a Miguel Valdés como jefe técnico. Mientras éste fungía como uno de los principales responsables en la convocatoria cubana jugadores como Macías, Javier Méndez, Oscar Machado o Gabriel Pierre recibían todo tipo de justificaciones para ser excluidos. En el caso del camarero de los Vaqueros se manejaba que técnicamente tenía dificultades a la defensa y que se optaba siempre por la integralidad de Pacheco, Padilla o Yobal aunque su rendimiento en la temporada y la preparación estuvieran por debajo.
Con 34 años de edad Oscar Macías decidió salir de Cuba al ser sancionado y así verse marginado en el equipo nacional que participaría en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003. Al llegar ileso tras su salida en lancha de la isla, el fornido pelotero manifestó su intención real de llegar a las Grandes Ligas de Estados Unidos, algo que incluso en una época más favorable para la contratación de cubanos como la actual también resultaría una quimera con todo y el nivel ofensivo mostrado por el subcampeón olímpico de Sydney.
Al momento de su partida había dejado excelentes registros ofensivos que incluían 286 cuadrangulares, casi 2000 hits (1960), más de un millar carreras impulsadas (1080) y un average de 310.
La decisión debió haber sido tomada mucho antes y a lo mejor su sueño podía haberse hecho realidad, aunque no como segunda base. Incluso en 1999 varios de sus compañeros del equipo Habana salieron vía marítima, pero ni eso ni el haber viajado a territorio estadounidense en el tope Cuba-Orioles de Baltimore lo hizo tomar la decisión de emigrar.
Pero así es la vida, y a veces no se trata ni siquiera de ser más o menos inteligente, por mucho que se le achaque a Macías que nunca fue una persona que pensara bien sus decisiones.
Su adaptación a la sociedad americana nunca llegó y después de la frustración de no lograr un contrato ni siquiera de Ligas Menores, se presentaron una serie de problemas personales que trajeron luego consecuencias legales.
Según confirman fuentes cercanas al exjugador, incluidos excompañeros de equipo, Macías tuvo que cumplir una condena de cárcel tras golpear a su mujer. Su carácter explosivo se combinó con el consumo de estupefacientes, trayéndole un desenlace bien desgradable.
A su salida de prisión la vida de quien estuviera un día en la élite del béisbol cubano nunca volvió ni siquiera a niveles aceptables. No logró encontrar un trabajo que le permitiera enderezar el rumbo, que nunca es fácil para un ex convicto, menos cuando se trata de una persona sin familia cercana, llena de defectos que domina muy pocos oficios y sin manejar el idioma del país donde reside.
Con la combinación de todos esos elementos y el apartarse de los pocos amigos que estaban dispuestos a ayudar pese a sus problemas y complejos, Macías comenzó a transitar por un camino que muy pocos creían al enterarse de su realidad.
Desde hace aproximadamente cinco años las únicas noticias que se han tenido del estelar exbateador cubano son que se la ha visto deambulando por las calles de Miami al más puro estilo de un homeless (mendigo). Incluso hasta hace poco se pelaba en una barbería a la que iba una vez al mes lo más limpio y decente posible, para después retomar su desgraciada vida diaria pidiendo caridad a quienes lo veían por ahí.
Ni siquiera figuras cercanas a Macías como José Ibar, Pedro Luis Rodríguez, Neylán Molina o Juan Carlos Millán tienen detalles recientes sobre él, ya sea dónde encontrarlo o cómo se encuentra físicamente.
En lo que sí coinciden todos los que lo han visto en algún momento de estos últimos cinco años es que física y mentalmente “el toro” no es ni el reflejo de lo que fue en un momento determinado, cuando todos los rivales lo respetaban por lo peligroso que era deportivamente, y también, en lo personal.
Este es un ejemplo de no saberse adaptar a un ambiente que nada tiene que ver con Cuba, donde funcionan otros códigos y reglas en los que el resultado dependerá en gran medida de la forma en que cada cual se desarrolle y donde la vinculación con las drogas prácticamente nunca va a traer un final feliz, seas famoso o no.
Swing Completo hace un llamado al que tenga información reciente sobre Macías, más que por el hecho de localizarlo y saber en qué condiciones reales se encuentra, para intentar ayudarlo entre aquellos que estén interesados en sacar del complejísimo slump social en el que ha estado metido este grande del béisbol cubano.