La pelota cubana entre la memoria y el olvido

Por Alexander García Milián

  • Pasará, como siempre pasara y todo seguirá siendo normal- me digo al pensar en el día después de la última tragedia del béisbol cubano- el premier 12 de 2019- es algo que adquiere el rasgo de autoinmune, como diría el célebre, Karl Popper; si se gana, todo está bien, si se pierde eran rivales fuertes, estaban mejor preparados, no entrenamos bien, la planificación no fue la correcta; en fin, siempre los gerentes del béisbol en Cuba ganan con las más absurdas de las justificaciones, nunca ceden, toda teoría se cumple por y para ellos… es un hecho, aunque desde hace una década, siempre se pierde.

En su libro, Mitos, emblemas, indicios: Morfología e historia, Carlo Ginzburg nos habla de los paradigmas y de cómo desarticular o analizar un suceso en ese sentido; el reconocido historiador comenta que siempre es preciso ir más allá de lo que vemos y por ende analizar cada detalle por ínfimo que parezca. El caso del béisbol es así, en este instante las variables, todas, se fusionan en el hecho de la caída estrepitosa que sufre nuestro pasatiempo nacional y… ¿qué se hace al respecto?, ¿qué se analiza?, me pregunto ye entonces imagino la frase de los “jefes”- hay que mejorar la pelota- y ya, simple; aquí muere todo.

Si hablamos de memoria y olvido, las analogías se imponen, en unos casos  se guardan recuerdos, en otros se borran, ya sean estos buenos o malos, depender de ellos es algo casi absoluto para nuestra conciencia y con el béisbol en Cuba, la cuestión da para  hacer una enciclopedia, pues desde niños desterramos momentos ingratos y nos quedamos con los instantes felices; desde el hit del Curro Peréz para decidir el Mundial en Quisqueya, pasando por el jonrón de Marquetti, hasta el nocaut propinado por Holanda en el último Clásico Mundial y la remontada de Dominicana en Lima… ¿cuántos momento así no se han vivido en la pelota cubana?

Cuando volteamos y miramos varios años atrás, doce diría para fijar la fecha de 2007 como tope, con los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro y la Copa Intercontinental de igual año, siendo los últimos referentes plausibles de las glorias pasadas; al refrescar esto en nuestra mente nos percatamos de que desde entonces solo desaires y tragos amargos hemos recibido.

Para más, en este premier ganarle a Australia costo dios y ayuda, incluso la jugada final en home quedo en tela de juicio, genero dudas y creo que solo el poder de la brujería antillana propicio la victoria como desenlace.

Pero todo pasara y entonces la Serie 59 continuara, los equipos seguirán peleando codo a codo, batearan una enormidad aunque en el extranjero no se le dé a un chícharo, la gente seguirá llenando el Latino- la bulla se escuchara en Marte- todo será fiesta y soñar con la última oportunidad de obtener el boleto olímpico será la quimera.

Sí señores, nuestro campeonato con su oquedad sin límites será lo máximo otra vez, aunque destile a heces todo el tiempo, será lo máximo, tendrá sus apóstatas, sus propagandistas y todo estará bien, sin líos, aunque para la serie 60 estemos llorando por no llegar a Tokio, la fiesta del monstruo continuara y pido perdón a Borges.

La memoria es así, fustiga la conciencia hasta el límite, nos pone al borde y el hilo endeble que separa la realidad de la ficción se esfuma, entonces saber si fulano es estrella o no, si mengano la da, si ciclano es ponchador es algo imposible; todo nos  llena de dudas, de hecho me pregunto… ¿en veinte años que quedara?, ¿Habrá memoria de algo?

Nos vemos a la vuelta.

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