Por José Alejandro Rodríguez Zas
El 30 de septiembre del año 2000, en el Centro de Regatas Internacional de Sidney, Australia, el canístoa Ledys Frank Balceiro hizo historia en el canotaje olímpico cubano. Ese día, luego de arribar a la meta en segundo lugar de la carrera final del C-1 1000 metros, se convirtió en el primer medallista antillano de ese deporte en citas estivales.
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«Eso es lo más lindo que recuerdo de mi carrera deportiva. Fui el primer canoísta cubano que obtuvo medalla en unos Juegos Olímpicos y para mí fue lo máximo. Llegando a la meta, cuando me vi con esa medalla de plata, la emoción era tremenda, aquello me marcó para toda la vida», expresó Balceiro en una reciente entrevista publicada en la prensa de la isla.
«Antes de Sidney habíamos pasado por una Copa del Mundo en Hungría, donde cogí bronce en los 1000 metros. Me sentía muy bien, pero allí no estuvieron todos los atletas que irían a los Juegos Olímpicos. En Cuba siempre han existido problemas con el tema de la participación en eventos internacionales por la escasez de recursos y dinero y no sabíamos realmente cómo estaban los rivales. Yo realizaba buenos tiempos, pero quedaba la duda sobre qué podían hacer los contrarios. Cuando empezó la competencia fue que nos vimos con reales posibilidades y una vez en la final, podía pasar cualquier cosa», agregó.
«En la regata, desde que arranqué, me sentí muy bien y fuerte. Estuve en un quinto lugar y en los últimos metros tenía resistencia. Me vi involucrado entre los tres medallistas y dije: ¡Esto no me lo quita nadie!. Después de cruzar la meta, casi no lo creía», comentó Balceiro en la citada entrevista.
Cuatro años más tarde, en Atenas 2004, el canoísta unió esfuerzos con su compañero Ibrahim Rojas, «con los pañuelos en la cabeza y su abundante cabello», para sumar otra medalla de plata a su palmarés, en esa ocasión en el C-2 a 500 metros, cuando ya se ubicaban en la élite de la especialidad y favoritas al podio olímpico, aunque el octavo lugar obtenido en el C-2 a 1000 metros quedó por debajo de las expectativas.
«En Cuba siempre arrancamos con aire a favor y así se hacen los controles. Nosotros tenemos grandes dificultades hasta hoy en día con viento en contra, aparte de que éramos muy pequeñitos y no teníamos la corpulencia de otros atletas. En los mil, cuando fuimos a arrancar, el aire estaba un poco en contra y eso nos debilitó mucho, porque había que poner fuerza extra para mover el bote, mientras que otros países lo conseguían más fácil», expresó Balceiro en la entrevista.
«Nos afectó y por eso fue que no salió el resultado esperado, pues íbamos con tremendas aspiraciones de dos medallas. De hecho, en la eliminatoria, realizamos el mejor tiempo».
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En la carrera de 500 metros, la canoa biplaza cubana perdió el oro ante el dueto chino por solamente siete centésimas de segundo y superaron a los rusos, a su vez, por nueve, en una de las finales olímpicas más cerradas de la historia.
«No nos ganaron, nosotros perdimos, porque faltando solo un metro o menos no tuvimos un buen final, no nos tiramos y ellos aprovecharon el momento. Por ese error fatal perdimos la medalla de oro. Cuando entramos sabíamos que habíamos quedado en medallas, pero desconocíamos cuál, por lo cerrado que estuvo», sentenció.
Pero la historia de Balceiro no está solamente llena de triunfos deportivos y satisfacciones personales, sino que también sufrió en carne propia las malas decisiones de las autoridades deportivas de la isla. Hacia el año 1996, siendo el vigente campeón los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995 en el C1 a 1000 metros, parecía que la cita estival de Atlanta 1996 sería la oportunidad para brillar en unos Juegos Olímpicos y realizar la hazaña que finalmente se consumó en Sidney 2000.
Sin embargo, una absurda decisión de parte de las autoridades cubana truncó esa posibilidad de probarse al máximo nivel bajo los cinco aros y casi saca a Balceiro del deporte que tanto ama, debido a considerarlo como «posible emigrante», un cartelito que tanto ha afectado al deporte en Cuba y le impidió, en aquel entonces, la salida del país para viajar a la cita estival.
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«En el 96 habíamos ido a Atlanta, estuvimos ahí en el preolímpico y clasificamos para ir a los Juegos. Regresamos a Cuba para continuar la preparación con vistas a la competencia y, justo antes de salir, se dijo que no podíamos participar, porque era un deporte sin resultados en este tipo de eventos y podíamos ser todos posibles emigrantes», comentó el atleta.
«Imagínate, la decepción fue grande. No sabíamos qué resultados podíamos haber alcanzado, aunque sí estábamos bien preparados, éramos jóvenes de 21 años y y creo que pudimos realizar una buena actuación. Pero en aquel entonces se pensaba así. La dirección del deporte decidió que no fuéramos y no fuimos. Casi dejamos de entrenar, no obstante, continuamos con una esperanza de que eso cambiaría», agregó.
Como es evidente, la molestia del atleta en aquel momento fue inmensa y casi lo lleva a dejar el deporte, pero determinó seguir.
«Lo que me motivó para continuar fue que estábamos en muy buena forma. Ibrahim Rojas y yo decidimos no rendirnos, porque nos gustaba y queríamos marcar una nueva era en la canoa. Nos sentíamos con condiciones para poder hacerlo», expresó Balceiro.
«A las personas que tomaron esa determinación, les diría que cada quien es responsable por sus actos y si van a irse, lo harán de alguna u otra manera, no tiene que ser precisamente en un evento deportivo, lo pueden hacer después por sus propios medios», agregó.
«Hay que darle siempre la posibilidad a los atletas de elegir lo que quieren en sus vidas y no tomar la decisión por ellos. No hay necesidad de negarles la posibilidad de participar… y más que nosotros habíamos ido a la clasificatoria y si nos íbamos a quedar lo pudimos haber hecho allí, no tenía que ser en los Juegos Olímpicos, donde todo el mundo va con el deseo de competir y tener un resultado. ¿¡Cómo vamos a tronchar eso!?», sentenció.
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Finalmente, luego de participar en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y en el Campeonato del Mundo de Croacia, decidió acogerse al retiro, por problemas personales.
«Tenía una hija que debía operarse y fue uno de los motivos que me impulsaron a dejar la vida deportiva y dedicarle tiempo a mi familia. Claro que uno siente nostalgia, luego de haber dedicado su juventud al deporte y a la competición de alto nivel. Después que uno se retira se queda como sin rumbo, porque lo único que sabe hacer es entrenar y preparase todo el tiempo».
Casi 20 años después de decir adiós al deporte activo, Balceiro, como tantas otras figuras del deporte cubano a lo largo de la historia, siente muestras claras de olvido de parte de aquellos que deberían ponerlo en el lugar que merece.
«Es obvio que al terminar la carrera, cuando ya no se compite, uno pasa un poco al olvido. Todos los atletas lo han sentido, porque la vida continúa, otros asumen ese rol y uno pasa a la historia y solo se acuerdan cuando llega el momento de una competencia o leer un libro en el que salen los resultados. Nos quedamos a la espera de que en algún momento alguien quiera hablar de nosotros o se acuerden», sentenció.