Alexander García Milián
Hoy, ocho años después de aquel electrizante Tercer Clásico Mundial, sigo diciendo que el equipo dirigido por Víctor Mesa ha sido el mejor elenco cubano en estas lides, pues cuando uno mira la nómina puede constatar que buena parte de los jugadores lograron llegar a las Grandes Ligas y esa es la mayor prueba del nivel, como quiera que se mire.
Aquel fue el Clásico donde llegó la venganza cubana contra Japón, aunque Holanda se convirtió en verdugo de turno con la victoria 7-6 en ese juego por el pase a la discusión de las medallas. Ese partido pudo ganarlo cualquiera, más allá del jonrón de Andrelton Simmons o de las jugadas de Yulieski a la defensa.
Al pensar en el Tercer Clásico resulta imposible no rememorar a Yasmani Tomás ganándose un puesto a batazo limpio, allí en el mismo Victoria de Girón, en las narices del mismo Víctor Mesa.
Aquel fue el equipo de lo posible; entraron hombres como Luis Felipe Rivera y Wilber Pérez; incluso el villaclareño Diosdany Castillo.
De igual modo, como siempre pasa, emergió la polémica. En esa oportunidad, Ariel Pestano quedó fuera, luego de tantos años siendo el titular y rindiendo una buena temporada. No es de extrañar entonces los gestos del máscara villaclareño hacia el banco de primera base cuando, meses después, dio aquel jonrón contra Matanzas en la discusión del título en la 53 Serie Nacional.
Pasando esta página y volviendo al punto, siempre se evoca una sensación de que se podía más, mucho más, incluso meterse entre los cuatro como lo había prometido Víctor, y allí ya podía suceder cualquier cosa.
Hay varios momentos que aún hacen vibrar a la afición: un Danny Betancourt pletórico, los batazos de José Abreu, de Yasmani Tomás, las líneas atronadoras de José Miguel Fernández, el triunfo ante Japón en la primera ronda a modo de revancha, la que tanto anhelamos desde 2006. Todo eso llegó en el Tercer Clásico y justo en casa de los nipones, con Alfredo Despaigne vistiéndose de largo.
Luego de pasar el primer tramo, todos creímos posible la promesa echa por Víctor de que estaríamos entre los cuatro grandes otra vez y ahí, todo podría suceder. Pero llegaron los holandeses para aguarnos la fiesta y convertirse en nuestra némesis en la arena internacional.
Con la primera derrota ante Holanda, la selección tuvo que ir a jugarse todo contra Taipéi y la ilusión volvió a renacer con la paliza propinada a los asiáticos y el soberbio pitcheo del ya mencionado Betancourt.
Hoy, también se evocan aquellos momentos finales, extrainnings, el juego empatado, el batazo al central, Andrew Jones anotando en pisa y corre desde tercera; los rostros de Víctor, de Pito Abreu, de Cepeda, los rostros de todos, los lamentos; estuvo tan cerca el regreso a la cúspide que todavía no se cree.
Hace ocho años volvimos a soñar, a creer que si podíamos, que volvíamos a tener otra selección competitiva y entonces la nostalgia es mayor.
Nos vemos a la vuelta.