Por Alexander García Milián
Cuando llegó fue todo, fue un trueno espantoso que prometía una tormenta del siglo; cuando llegó solo dio un sencillo en su último turno y tal parecía la decisión de una Serie Mundial; cuando Vladimir Guerrero Jr. llegó, según muchos, no había más nada…pero…
Ahora mismo veo sus dos caras, sus rostros morenos, su estatura inmensa, su ímpetu, su juventud, sus rasgos latinos que van por encima y hablan una, dos, diez palabras jocosas, once burdas, quince sobre la vida, cien, mil sobre béisbol; Yordan Álvarez, flash back, flash forward, Vladimir Guerrero Jr.
Entonces… cuando Yordan Álvarez llegó y miró el terreno, sonrió, se puso serio y volvió a sonreír, así, con total tranquilidad entró a jugar su primer partido en la MLB, en las Grandes Ligas y la mando a volar bien lejos; cuando el guajiro tunero llegó, fue una brisa suave, ligera, pulcra, llegó sin muchos bombos, dando palo en las Ligas Menores pero sin mucho bombo, ya, lo de dar palos es un ritual; aún no se mira bien, pero es un monstruo el muchacho, es mucho más que esa promesa que emergió un día cualquiera, una noche cualquiera, allá por tierra de la caldosa.
Los dos llegaron, uno primero, Vladi Jr., el otro después, Yordan; llegaron y el mero hecho de llegar es importante, pero el dominicano traía consigo toda una parafernalia de publicidad, de rayos, centellas, fuegos artificiales; hasta el sol de hoy, pienso que ha vivido más de eso… el otro, el criollito Álvarez, quizás medio asustado, tal vez sin creer que estaba ya en el primer nivel, no ha dado lugar a las especulaciones y para sentarlo Hinch mira arriba, bien arriba y le pide consejos a Dios, pienso, río.
Guerrero batea, es buen jugador, pero no es el Dios que han querido imponer en los diamantes de las Grandes Ligas.
Yordan batea, de pronto es un fenómeno, a palo limpio, sin más promoción que la de los Astros, los pocos medios de prensa cubanos que siguen la MLB y la Florida (esa provincia de Cuba extraoficial).
Todo es parte de un show, Vladimir Guerrero va a Cooperstown, su hijo venía despuntando y ya era figura igual que su padre, los medios lo veían así, la gente también, el juicio algo nublado, contra San Francisco el pequeño la manda par de veces a la bahía, Yordan Álvarez se acomoda y sigue dando jonrones desde que debuto, la vida sigue, el show, ese del comienzo, también.
El dominicano vende más, el cubano se lo tiene que ganar. Dos caminos al mejor beisbol del planeta, con dos historias muy distintas, desde los apoyos y la promoción, hasta la bandeja de plata y el sacrificio.
Yordan casi que rompe marcas de la franquicia, de Cuba y hasta de la MLB a diario, pero leemos «Vladimir Guerrero Jr. contribuyó a romper récord de la MLB con un jonrón».
Un récord de 1120 bambinazos en un mes, de todas las nacionalidades y edades, pero el más importante es el del dominicano.
Nadie de los que lo valoró como «el mejor prospecto de la historia» se quiere equivocar. Hay que ensalsarlo, hasta los fouls.
Cuando llegaron, fueron esto y aquello, la lluvia y el fuego, el agua del río, un pozo ciego; cuando llegaron entre la espera y la sorpresa se disiparon algunas dudas, comenzaron a surgir miedos, refulgieron cruentas incertidumbres.
El tiempo es el que dicta sentencia, el único que en materia de justicia da la última palabra, ya los dos chicos están en el Big Show, la temporada no va ni por la mitad, luego del juego 162, veremos que nos dejó este face to face, Vladimir Guerrero Jr. vs Yordan Álvarez.
Nos vemos a la vuelta.