Conocido pelotero cubano ACOGIÓ en su casa a estrella retirada que hoy pasa por GRAVE MOMENTO

Por Yasel Porto

Como dije con mi artículo sobre Lázaro Junco y Jorge Luis Valdés, en la vida debemos reconocer siempre los méritos humanos más que los deportivos, los cuales, cuando son de peso, superan cualquier proeza que se haya producido en el ámbito profesional.

Por eso cuando comprobé la historia que protagoniza este artículo no dudé en compartirla con todo aquel que tenga acceso al mismo. No para engrandecer al que ayuda o cuestionar al afectado, sino para demostrar una vez más que pese a todo lo malo que nos rodea en estos tiempos siempre hay gente que vale. Gente por la cual todavía podemos llamarnos seres humanos, que nos hacían mantener la esperanza que un mundo mejor todavía es posible.

Juan Carlos Calvo y Pablo Pérez fueron las primeras estrellas que tuvo Isla de la Juventud desde que nacieron como equipo en Series Nacionales en la temporada 1977-78.

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Calvo fue un jugador muy versátil que posiblemente tuviera a su favor las famosas cinco herramientas. Todo lo hacía bien y quizá su única desventaja era el jugar con un conjunto sotanero en extremo cuyo nivel mediático era inexistente. Lo más que se vio de él fue cuando integró el equipo Habana a las Selectivas de la primera mitad de los ochenta.

Pero eso no fue lo único que privó al fogoso jugador que lo mismo brillaba en el campo corto que en los jardines, y hasta lanzar en determinado momento en función de un brazo a la altura de figuras que antes y después trascendieron en tal sentido como Tomás Valido, Eddy Rojas, Serguey Pérez o Yasiel Puig, entre muchos más. Todavía se conversan imágenes de sus tirazos en el Juego de las Estrellas de 1985.

Si alguien puede cuestionar el título con el valoré su nivel, además de sus buenos números en aquella década del ochenta, el criterio de muchos peloteros que coincidieron con él apoya mi definición. Igual, es una cuestión de opinión y cualquier puede cuestionar tal categorización.

Fue el primero del llamado municipio especial que sobrepasó la barrera de los mil hits y cien jonrones en Series Nacionales. De por vida terminó con 1137 y 128 respectivamente, además de un average de 300 hasta que factores extradeportivos lo sacaron del béisbol mucho antes de lo debido por su edad y resultados.

Pero Juan Carlos y su disciplina no siempre tuvieron la mejor relación, y lo más probable es que aquello lo sentenció dentro de una etapa en la que había que ser mucho más cuidadoso que en los últimos tiempos con respecto a lo que se hacía dentro y fuera del terreno de juego.

Después de salir del béisbol como pelotero activo muy poco se supo de Calvo. Se alejó del deporte, o al menos la mayor parte del tiempo, y después de algunas excepciones en el decursar del tiempo se conoció que había tenido que afrontar una serie de problemas bastante delicados en su vida.

Se habló de prisión por varios años y que después de eso llegó una batalla todavía peor, la cual hoy está librando en compañía de otro exjugador muy conocido que cogió más la etapa de los combativos Piratas de Armando Johnson.

Hablé al principio de Pablo, líder de aquel grupo de hermanos Pérez que tanto le aportaron a los equipos pineros durante mucho tiempo. El más joven de la armada, Yoanis, posiblemente hoy da el batazo más admirable de su vida. También cabría decir el fildeo, pues lo recuerdo como uno de los jardineros más seguros que hubo en Cuba durante varios años.

Juan Carlos se ha visto en una compleja lucha contra grave afección en los pulmones, en la que la presencia de oxígeno artificial es constante. El deterioro físico del otrora gran talento de la isla joven se ha ido agudizando con el tiempo y los últimos meses tal situación empeoró considerablemente.

Ante la necesidad de brindar apoyo tras la negativa de muchos cercanos para los que sopesaron más los errores del pasado del veterano enfermo, Yoanis dio un paso que hoy día no harían muchos. En Cuba y donde sea, aunque en el caso de nuestra Isla lógicamente que el componente económico puede impactar más en la mayoría de las personas.

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Yoanis Pérez fue un jugador sumamente importante para los Piratas durante década y media de labor. Luego ha trabajado como entrenador en los distintos niveles, incluido el superior.

El menor de los hermanos Pérez le abrió las puertas de su casa para que allí Juan Carlos pase todo su proceso de enfermedad. Y desde hace ya meses que en la casa del otrora righfielder geronés ha estado, no de visita, sino como un miembro más de ese hogar.

Ellos no son familia, tampoco tuvieron un vínculo como jugadores por ser de dos etapas diferentes. Mas eso no fue una condición para que hoy la casa de Yoanis Pérez también sea la de Juan Carlos Calvo.

Y más que el techo y la comida, está la ayuda en “zapatear” los balones de oxígeno que tanto escasean en estos tiempos, de acompañarlo al médico cada vez que hace falta. Ahí ha estado y posiblemente esté mientras sea preciso.

La historia la conozco de primera mano, y al terminar hablar con los dos y comprobar lo aquí dicho, después del pesar por la gravedad de salud de Juan Calvo, llegó la admiración por una acción que como dije antes, es un gran ejemplo de que con muchos más defectos y errores que en el pasado, los seres humanos todavía tenemos luz en nuestro interior.

Aunque Juan Carlos se ve bastante bien físicamente, sus pulmones se deterioraron mucho desde hace meses.

Por eso sentí la necesidad de compartir la historia, como antes con Junco. Ni santificar ni satanizar a nadie por sus acciones, pero hechos como estos no deben quedar ajenos al conocimiento público por todas las enseñanzas que nos dejan.

La realidad es bien compleja, pero quién sabe si un día podría volver a pisar un terreno para un partido de veteranos o mostrar a los más jóvenes los conocimientos de alguien de quien muy pocos se acuerdan hoy, por las causas que sean. Eso también tiene arreglo.

Gracias a Yoanis por lo que hace diariamente y a Juan Carlos desearle que no pierda las fuerzas en este combate tan duro contra el cáncer. Lo que vale ahora no son las cosas que se pudieron hacer mejor, o que se hicieron mal antes, sino enfocarse en el presente y en un futuro que puede ser diferente.

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