Baltimore, Rays y Pablo Milanés: Esto no puede ser no más que una canción

Daniel De Malas Andreu

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Por Reynaldo Cruz El concierto que ofrecerá el cantautor cubano Pablo Milanés en la jornada de este martes ha estado marcado por la polémica, toda vez que de las 2,056 capacidades que tenía el Teatro Nacional, solamente se vendió una ínfima a la población y el resto se destinó “a organismos”. Aunque el recital cambiaría…

Por Reynaldo Cruz

El concierto que ofrecerá el cantautor cubano Pablo Milanés en la jornada de este martes ha estado marcado por la polémica, toda vez que de las 2,056 capacidades que tenía el Teatro Nacional, solamente se vendió una ínfima a la población y el resto se destinó “a organismos”. Aunque el recital cambiaría de sede, para la Ciudad Deportiva, aumentando la capacidad exponencialmente, no podemos evitar encontrar paralelismos con algunos eventos beisboleros.

Si algún fanático del béisbol, sobre todo de la capital, siente ese hecho como algo cercano, debe saber que no está equivocado: paralelos como este tuvieron lugar a raíz de la visita de los Baltimore Orioles en 1999 y de los Tampa Bay Rays en 2016. En ambas ocasiones, las autoridades cubanas cometieron la desfachatez de privar del espectáculo a verdaderos conocedores y fanáticos del béisbol, para llenar el Estadio Latinoamericano de seguidores y simpatizantes del proceso revolucionario con instrucciones muy marcadas.

Lo acontecido el 28 de marzo de 1999 con la visita de los Baltimore Orioles a Cuba estuvo fuertemente reseñado por el documental El Juego de Cuba, Premio al Mejor Documental del Festival de Málaga en 2001. En un momento en que los productores se personaron en la entonces popular Peña del Parque Central, los fanáticos reaccionaron a la nota del Granma diciendo cosas como “¿a quién se le ocurre llenar un estadio con capacidad para 55,000 personas por invitación?” o “No quieren que el cubano vaya allí?”

Evidentemente, para ese encuentro, ganado por los visitantes 3-2 en extra-innings, solamente personas “escogidas” por el sistema tuvieron presencia en las gradas. Los verdaderos fanáticos del béisbol, los que apoyaban o vilipendiaban fielmente a Industriales y Metropolitanos en el Coloso del Cerro, se quedaron con las ganas de ver cómo el talento de Grandes Ligas pisaba un estadio cubano por primera vez desde 1959.

Los asistentes al Latino, muchos de los cuáles no conocían siquiera a los peloteros cubanos, estaban ubicados en las gradas con el objetivo de evitar “incidentes” como protestas antigubernamentales, alguna que otra pelea por discusiones entre apostadores, o sencillamente apatía ante la presencia del Líder Máximo, Fidel Castro, en el graderío.

Aunque no sucedió nada en La Habana, sí hubo un evento en Baltimore, en el partido de vuelta celebrado el 3 de mayo de ese mismo año, y donde Cuba venció 12-6, cuando Diego Tintorero se lanzó a la grama del Oriole Park at Camden Yards portando un cartel en contra del gobierno cubano, lo que provocó que el árbitro antillano Luis César Valdés lo proyectara en un movimiento típico de judo. El jardinero de los Orioles B.J. Surhoff tuvo que intentar calmar al umpire cubano, en tanto éste último sería recibido en Cuba como un héroe.

Nadie imaginaría que los sucesos de marzo en La Habana se repetirían 17 años después, cuando el 22 de marzo de 2016, los Tampa Bay Rays invadieron el Estadio Latinoamericano, como parte de la política de acercamiento encabezada por el Presidente Barack Obama. Para aquel entonces, volvió a utilizarse el mismo método de entrada al estadio, con el particular de que iba a existir presencia de los presidentes de ambos países en los palcos detrás de la net.

Varias acciones demuestran con claridad que se aplicaron las mismas directivas. Primero, la forma en que desde la grada se coreó “¡Raúl! ¡Raúl! ¡Raúl!” como alguna vez se coreó “¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel!”, solo que esta vez, aunque no ensayado, sí se notó organizado y planificado, y no sonó para nada espontáneo.

Segundo, el momento en que un coro de forma magistral cantó tanto The Star-Spangled Banner como el Himno de Bayamo hizo parecer ante los que vieron el desafío por televisión en Cuba que los artistas no hicieron su mejor esfuerzo con el himno cubano; pero en realidad lo que sucedió fue que la masa en el graderío—probablemente también siguiendo instrucciones, o sencillamente por costumbre—coreó las letras de Perucho Figueredo, tal vez pretendiendo que se escuchara más alto, pero logrando con ello que se escuchara peor.

Tercero, la decisión tan injusta como descabellada de dejar fuera de los “invitados” a personas como Julia Osendi, Yasel Porto o Ismael Sené fue una clara evidencia de que no querían tipos incómodos: la primera, luego de haber sido durante años la cara visible en eventos multideportivos y de haber sacado la cara por el deporte cubano en múltiples ocasiones, ya se había retirado, no era útil y por tanto se convertía en descartable; los otros dos no pasaban de ser tipos incómodos por su sinceridad y por su conocimiento y amor hacia las Grandes Ligas. La guinda al pastel se la puso el anuncio del lanzamiento de la primera bola, con “Nuestro Gran Pedro Luis Lazo… y Luis Tiant”… la persona que hizo el anuncio tenía instrucciones de no dar mucho protagonismo al Tiante o no sabía de quién se trataba, MAL en ambos casos.

Lo que sucedió y sí marca la diferencia entre el concierto de Pablito y los dos juegos con presencia de ligamayoristas en La Habana es que en el caso del trovador se trata de alguien que está más empapado con la realidad cubana y vivió en carne propia los avatares del Quinquenio Gris y la Crisis de los 90. Como a esta altura del partido Pablo Milanés (quien por cierto se volvió bien irreverente hacia el gobierno cubano) no depende para nada de los funcionarios del gobierno cubano, y no permitirle que realice su concierto va a hacer que éstos se vean mucho peor de lo que ya lo hacen, y aumente el creciente rechazo que hacia ellos siente el pueblo cubano, se ven obligados a ser más cuidadosos y a tener concesiones. Además, el público del béisbol tiende a ser más especializado por lo complejo de este deporte, en tanto la música de un grande como Milanés tiene un público más amplio y diverso.

Por otro lado, los peloteros, sí dependían—y aún dependen—de los decisores para su futuro, al menos si quieren seguir viviendo en Cuba. Una protesta por no tener el apoyo de quienes de veras seguían sus hazañas y estadísticas en detrimento de los “escogidos” por el poder, podía desembocar fácilmente en una exclusión del equipo para ese u otro eventos, y por tanto prácticamente el fin de sus carreras.

Los otros actores, los jugadores de los Orioles y los Rays, no estaban 100% conscientes de lo que estaba sucediendo, aunque por experiencia propia sí puedo constatar de que algunos como Chris Archer sí estaban prestando atención a la realidad Cubana, pero el momento era lo menos ideal posible para provocar un incidente.

El falso slogan de que se les dará entradas a los trabajadores de organismos y estudiantes no pasa de ser una burda mentira. Hace ya MUCHO tiempo que el Estado Cubano decidió eliminar las “gratuidades”, aún sin tener en cuenta que la primera gran gratuidad es precisamente el gobierno quien más se beneficia de ella, con los salarios tan bajos y el alto costo de la vida en el país, algo que se acentúa cada vez más, y cuya responsabilidad es siempre desviada hacia el embargo norteamericano—un “mal” bastante conveniente, diría yo.

Por lo pronto, Pablito Milanés logró lo que dos equipos Cuba y dos equipos de Grandes Ligas no pudieron lograr: tener entre los espectadores a una mayoría (o al menos a la mayor cantidad posible) de verdaderos seguidores de su talento, pero “no ha sido fácil”. Por supuesto, que la decisión de usar la Ciudad Deportiva da la oportunidad de vender más entradas a la “población” pero es seguro que la mayoría quedará en manos de los “organismos”.

El aumento de las capacidades de poco más de dos mil a unas quince mil da más oportunidad a vender al cubano de a pie, enmascarar un poco más la censura y la restricción, solo que obviamente les costará más caro porque tendrán que inflar un poco más el asunto de la venta de entradas y movilizar más personal.

Todavía no tenemos idea de si en algún momento algún equipo de Grandes Ligas vuelva a jugar en Cuba, o más aún, si un día los peloteros cubanos que juegan en el Show decidan hacer una exhibición en La Habana. En estos momento la realidad está llena de sombras, pues la mayoría de los peloteros ha mostrado una posición más frontal contra el sistema toda vez que la situación económica en la Isla ha empeorado y la represión y la persecución política ha llegado a niveles no vistos desde la Guerra Fría.

Si algún día todo esto cambiara, aún con un gobierno similar pero no igual al que hoy rige Cuba, es muy poco probable que en caso de repetirse la presencia de jugadores de grandes ligas en Cuba no haya una presión para que quienes vayan a ver el “concierto” sean de verdad los que se identifican con sus “canciones”.

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