Por Robiel Vega
Su majestad el jonrón, es el batazo cumbre, el que nos hace brincar de los asientos en la grada, el símil del gol en el fútbol, y el knock out en el boxeo, en Cuba, durante una década, el jonrón tuvo nombre propio, Pedro José “Cheíto” Rodríguez.
Con su partida reciente de este mundo vienen a la memoria del que escribe, tantas anécdotas, imágenes, historias, injusticias, que tejen la leyenda del llamado por muchos “Babe Ruth” cubano. Era un verdadero show observar la mecánica de Pedro José desde antes, incluso, de pararse en el plato, pues sus “swines” con dos y tres bates en el círculo de espera eran impresionantes. Al pararse en el rectángulo, cogía el madero a todo lo largo y lo empuñaba con extrema fueza, como si lo fuera a exprimir. Entonces lo llevaba hasta encima de los hombros y apenas lo movía mientras se encajonaba.
Ya todo concentración, llegaba la magia, pues cuando la pelota era soltada por el lanzador, solía sacar el palillo desde abajo, como un experto golfeado, y, con un movimiento supersónico de sus poderosas muñecas, unido a su swing compacto, golpeaba la bola de forma tan brutal, que sus lineazos llegaban a los jardines en un santiamén, con proporciones espectaculares por encima de los graderíos y los techos de los estadios, dentro y fuera de la Isla.
Cuando se habla de los grandes jonroneros de las Series Nacionales, siempre se toman como referentes a Kindelán, Junco o Romelio, y a veces pasamos por alto al que, por calidad y tiempo, estaba destinado a ser el primer hombre en batear 400 jonrones en la Pelota Cubana, e incluso, muchos especialistas aseguran que la cifra de 500 no era un imposible para él. ¿Pero qué basamento lógico hay detrás de esta afirmación?
En 1985 sobrevino la mayor injusticia sobre cualquier pelotero cubano en la historia de las Series Nacionales, no sólo por la sanción en sí misma, sino por el otivo tan estúpido y absurdo que se tomó para tronchar la carrera de Cheíto. Un pelotero que llevaba, como bien expresara él en disímiles entrevistas, 10 años en la Selección Nacional poniendo el nombre de Cuba bien en alto y desechando innumerables ofertas de los scouts de las Grandes Ligas, un hombre, además, todo sencillez y honestidad, un hombre correcto al cual no sólo le troncharon su carrera, sino que marcaron su vida para siempre. Pero cual era el rendimiento de Cheíto hasta ese momento.
Para que se tenga una idea del paso que llevaba el cienfueguero hasta el año 1985 baste decir que, en el momento de su sanción, tenía 29 años, 12 Series Nacionales y ya tenía 276 jonrones, segundo en aquel entonces a solo 15 de Antonio Muñoz y con 6 series e igual número de años menos que el Gigante del Escambray. Era tercero en impulsadas con 935, solo por detrás de Muñoz y Marquetti, primero en Sacrificio de fly y estaba entre los cinco primeros lugares en casi todos los departamentos ofensivos. Pero en esos números están incluídos sus 4 primeros años con madera, en los cuales conectó 43 jonrones en 1012 veces al bate, para frecuencia de un jonrón cada 23.53.
Pero analicemos ahora sus números sólo con el aluminio y su frecuencia por temporada: En 8 campañas con Aluminio disparó 233 bambinazos, para un promedio de… escuchen bien… 29.13 jonrones por temporada y una frecuencia de un jonrón cada 12.69 veces oficiales al home plate. Teniendo en cuenta que las tres temporadas en las cuales Cheíto no pudo participar (1986-1988) fueron de las más ofensivas en la historia de nuestras Series Nacionales y que los principales sluggers cubanos de la época conectaron siempre como promedio entre 35 y 40 jonrones por temporada (Nacional y Selectiva) y que además, Cheíto era igual de letal en cualquiera de los dos eventos (142 HR en SN y 147 en SS), podríamos pronosticar un mínimo de 100 jonrones entre esos años, lo que lo hubiera puesto, con 375 jonrones y 32 años, a las puertas del hito.
Siguiendo esta lógica, el año 1989 fue igualmente demoledor en cuanto a ofensiva se trata y un Cheíto en forma hubiera bateado, fácil, 25 jonrones entre nacional y selectiva, lo que le hubiera abierto las puertas, con apenas 33 años, al club de los 400, 7 años antes de lograrlo Lázaro Junco.
Estos cálculos, son, en todo sentido, conservadores, pues tuve en cuenta posibles lesiones que le hubieran imposibilitado jugar la totalidad de los encuentros. También hay que tener en cuenta que, un Cheíto como designado, hubiera podido jugar hasta pasados los 35 o 36 años, sobre todo en un elenco como Cienfuegos que no le sobraban bateadores. Si hubiera jugado hasta el año 1996, año donde se sobrevino el retiro en masa de muchos “veteranos”, otro de los horrores cometidos en Series Nacionales, y tomando un promedio de 15 jonrones por temporada, cifra discreta, estaríamos hablando de que, en 23 Series Nacionales y 40 años, hubiera llegado a 505 jonrones, claro, todo esto, repito, haciendo cálculos que están en la media e incluso por debajo de lo bateado en esos años y teniendo en cuenta el normal declive con el pasar de los años.
Entonces, ¿es descabellado pensar que Cheíto estaba destinado a ser el primero en batear 400 jonrones e incluso 500 en Series Nacionales? ¿Hasta dónde los actos injustos y despiadados de ciertas personas, afectan y cambian el curso de la historia? Pero más allá de lo que pudo ser y no fue, en el plano deportivo, cuánto daño le hicieron a la persona. Tres años que, fueron una espada de Damocles en su cabeza toda la vida. El recuerdo de ser marginado, tratado como un paria en su propia tierra, cuando se le prohibió incluso la entrada a cualquier terreno de pelota de su país, llenó de pesar su corazón hasta el último día.
Aún así, la leyenda de Cheíto traspasa su tiempo, el que escribe nunca lo vio jugar, no tuvo ese honor, pero las historias contadas por mi padre hicieron que lo admirara aún en la distancia del tiempo. Vi sus videos, leí sobre su historia, y mientras más leo e investigo más seguridad tengo en la afirmación de que, de no haber existido aquella demoniaca sanción, Cheíto hubiera llevado los registros jonroneros en nuestro país a otra dimensión. Aunque los totales no lo digan, Cheíto es y siempre será, el jonronero más espectacular que se ha visto en los terrenos cubanos. Gloria eterna a esta leyenda del Beisbol Cubano. Por hoy es todo, así que, sin más, nos vemos en la próxima.
Anexo: Rendimiento de Cheíto en Series Nacionales y Equipos Nacionales:
Estadísticas generales de Pedro José Rodríguez:
15 SN, 4191 VB, 1201 Hits, AVE: 287, OBP: 390, 704 anotadas, 973 impulsadas, 1388 producidas, 188 dobles, 16 triples y 289 jonrones (Onceno en Series Nacionales), con un Slugging de 513.
Sus jonrones se dividen en 142 en Series Nacionales y 147 en series Selectivas y en cuanto a los Remolques, 479 en Series Nacionales y 494 en Selectivas, lo que demuestra que no importaba lo concentrada la calidad de los equipos, Cheíto era un jonronero e impulsador a toda prueba.
En torneos internacionales su rendimiento fue así:
2 Panamericanos (1975 y 1979): 27 VB – 14 H (519) -5HR y 8 CI, 9 JJ, SLU: 1074
2 Centroamericanos (1978 y 1982: 66 VB – 29 H (439) – 17HR y 43 CI, 16 JJ, SLU: 1258
4 Mundiales (1976-78-80 y 84): 174 VB – 43 H (247) – 13 HR y 41 CI en 44 JJ, SLU: 540
2 Copas Intercontinentales (1979 y 1983): 86 VB – 35 H (407) – 13HR y 29 CI, 20 JJ y SLU: 907
Fuentes:
- 5 Diamantes, por Fernando Rodríguez Álvarez, de la compilación “Con las Bases Llenas” de Félix Julio Alfonso.
- Guía Oficial del Béisbol Cubano, año 2014.
- Aquí se habla de Grandes, 4to inning. Rogelio Letusé La O.
Fotos: Cortesía de Joel Río González