Por Yasel Porto
Cuando se produce la muerte de una figura del béisbol y recibe el mejor tratamiento mediático y popular es algo que en lo personal me deja el consuelo que al menos hubo algo importante a destacar en medio de la tragedia que siempre representa un momento como éste.
Lo acontecido con el exlanzador espirituano Francisco Pascual Sansariq es lo que debe pasar siempre con cada uno de los buenos peloteros que dicen adiós. No solo hablo de la múltiple promoción de la noticia con el acompañamiento de sus méritos (gracias en buena medida al twit de la Federación Cubana de Béisbol), sino también del respaldo directo de la gente durante el proceso funerario.
Lo que se vivió en las calles de Yaguajay fue algo impresionante. El último adiós físico a uno de los protagonistas del única título de Sancti Spíritus en Series Nacionales fue a la altura de lo que él le brindó a su provincia durante la etapa inicial de este equipo en los clásicos cubanos.
«Pancho» dejó registro perfecto de 6-0 en aquella contienda de 1978-79 en la que los dirigidos por Cándido Andrade consiguieron la que hasta hoy representa su única victoria en los campeonatos cubanos al máximo nivel.
De esa forma se une así a Andrade como los fallecidos más significativos de aquel triunfo espirituano en el que estrellas como Antonio Muñoz, Lourdes Gurriel y Roberto Ramos tuvieron enorme protagonismo. Sansariq murió en la madrugada de este lunes víctima de un infarto cerebral con 64 años de edad.
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Hace menos de seis meses, Yaguajay despidió a otro jugador de cierto renombre, pero que sobre todo sobresalió en los últimos años como entrenador. Es el caso del exreceptor Yoanys Delgado, hijo del estelar máscara de los ochenta y joventa José Raúl Delgado, producto del COVID-19. En homenaje a él el estadio infantil del municipio fue bautizado con su nombre.
Ojalá se demore la próxima muerte importante dentro del béisbol cubano. Pero está claro que más tarde o más temprano llegará y cuando eso suceda, el ejemplo de lo sucedido con Sansariq debe ser imitado. Tanto la Federación Cubana como la prensa y los aficionados de la localidad o ciudad de residencia.
Es lo menos que se puede hacer por esos que tanto contribuyeron al béisbol cubano en sus diferentes niveles, que es lo mismo que decir «honor a quien honor merece».
