Por Yasel Porto
Las Tunas amaneció este jueves con la amarga noticia del fallecimiento de uno de sus hijos ilustres en lo que concierne al béisbol, después de batallar por varios años contra muchas barreras de salud.
Juan Emilio Batista Morales dijo adiós en la capital provincial del territorio oriental de la Isla a los 84 años de edad, una noticia que ha calado de forma profunda en la afición tunera y en muchos otros que conocieron su obra y los que tuvimos la dicha de conocerlo personalmente.
Como he dicho siempre el béisbol no solo cuenta con los peloteros como componentes protagónicos, sino que ahí también vale resaltar la obra de periodistas, árbitros y los propios fanáticos.
Es por ello que una labor de más de cinco décadas dedicadas al periodismo y la investigación histórica del béisbol son elementos más que suficientes para reconocer a Batista como un ente trascendental en el entorno de Las Tunas. Incluso a nivel nacional se podría señalar como uno de los cronistas, escritores e historiadores más serios.
Batista nació en Victoria de Las Tunas el 9 de octubre de 1942 y desde pequeño demostró su inclinación por el béisbol con su participación en torneos locales de categorías menores y ligas azucareras.
Pero su sello fue sin dudas el trabajo en los medios de comunicación. Estuvo en múltiples órganos de prensa en su territorio desde finales de la década del sesenta, aunque también fue parte de espacios nacionales por varios años.
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Luego se convirtió en una figura clave dentro del equipo Las Tunas en diferentes funciones tras su nacimiento como equipo en Series Nacionales en 1977-78, con el cual estuvo vinculado profesionalmente hasta hace algunos años. Por mucho tiempo fue la voz más reconocida entre los cronistas de su provincia.
También desarrolló múltiples investigaciones que dieron pie a publicaciones sobre la pelota tunera, y que incluso llegaron a ser lanzadas en la Feria Internacional del Libro. Recuerdo aquel de anécdotas y pasajes beisbolero que me dedicó de puño y letra cuando nos conocimos en el tercer encuentro de la Peña Martín Dihigo en el que fue uno de los grandes protagonistas.
Entre las diversas medallas y condecoraciones ostentaba la Distinción Félix Elmusa, de la UPEC, en 1984; Premio Juan Gualberto Gómez Por la Obra de la Vida, en 1998; así como la Distinción Raúl Gómez García del Sindicato de Cultura, en 1986.
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Desde las 10:00 de la mañana, la Casa de la Prensa (calle Lico Cruz, número 202) está abierto un libro de condolencias para que amigos, colegas y aficionados digan el último adiós a este hombre tan querido y admirado por tantos.
Llegue a su familia y amigos el pésame de quien no solo lamenta su deceso, sino que la distancia geográfica no haya permitido compartir mucho más en todos los sentidos. Sobre todo para aprender de tantas experiencias dentro y fuera del béisbol, así como en las diferentes facetas de esta profesión que como él he tratado de llevar a cabo hace más de veinte año.
Colega y amigo, descanse en paz.