En junio pasado, al equipo Cuba Sub-15 una violación en el reglamento le costó un partido en el Premundial de la disciplina celebrado en Venezuela. Usando un lanzador que no debían utilizar hasta la jornada siguiente, los cubanos lograron el triunfo sobre el terreno, pero perdieron luego de una reclamación. Menos de tres meses después, en el Mundial de la categoría, tener los ojos bien abiertos les dio la victoria.
Por fortuna, la decisión errada del entonces mentor Luis Manuel Góngora no costó la clasificación al Mundial, pero sí la discusión de la medalla de oro, y significó un nuevo golpe para la fanaticada cubana, cansada y ya acostumbrada a quedarse con las ganas de alzar la corona en cuanto evento se celebra. El error fue reseñado en Swing Completo, y no fueron pocas las críticas en medios oficiales, alternativos, y redes sociales.
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Entonces, en la Copa Mundial, sucedió lo impensable, y digo lo impensable porque las víctimas del “libretazo” en esta ocasión no fueron los cubanos, sino nada menos que los japoneses. Para nadie es un secreto la exactitud milimétrica con la que los nipones manejan sus equipos, pero ha habido más de un reporte de lo que muchos consideran abuso o sobreuso de los lanzadores, algo que en las categorías menores suele ser bastante frecuente, incluso en un torneo de tanta seriedad como el Koshien.
Incluso, hace ocho años precisamente se dio un encuentro en la Tierra del Sol Naciente: en un partido celebrado en septiembre de 2014, dos equipos de secundaria se enfrentaron durante 50 entradas, repartidas en cuatro días consecutivos, y ambos equipos utilizaron lanzadores que caminaron toda la ruta: Taiga Matsui, ganador del encuentro, realizó ¡709 lanzamientos! durante las 50 entradas en que trabajó esos cuatro días, mientras que Jukiya Ishioka, el derrotado, también trabajó los 50 innings y disparó 689 pelotas hacia el plato.
Aunque se trató de un torneo jugado con pelota de goma, el peso es muy similar a las normales, eran apenas niños, y realizaron la misma cantidad de envíos que un lanzador adulto realiza en un espacio de 28 días. Esa cantidad de lanzamientos es la que hace un pitcher profesional en siete encuentros entre los cuales debe tomarse al menos cinco días de descanso, estos niños lo hicieron en cuatro días, sin descansar entre uno y otro.
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Sin embargo, a pesar de todo esto, resulta prácticamente inaudito que un equipo como el japonés haya cometido semejante error. El manager Yoshiaka Katori debe estar en estos momentos pasando por uno de los momentos más amargos y deshonrosos de su carrera, pues aunque la pifia es responsabilidad de todo el cuerpo de dirección, siempre es el manager quien paga los platos rotos cuando algo sale mal.
Todo parece indicar que el nuevo manager cubano, Alexander Urquiola, aprendió las lecciones de su predecesor, y puso a su cuerpo de dirección sobre aviso para que no les pasara, pero también para que estuviesen alertas en caso de que los rivales cometieran el error. Katori permitió que Ryusa Tsuji lanzara completo, pero al hacerlo hizo que éste sobrepasara los límites, y rompió las reglas.
El equipo Cuba, cuyos integrantes hubiesen preferido ganar en el terreno y no por una apelación, por primera vez en mucho tiempo, no tropezó dos veces seguidas con la misma piedra, y eso es también positivo.