INCREÍBLE: Enigmáticas “casualidades” rodearon la muerte de leyenda del béisbol cubano

Por Yasel Porto (colaboración especial de D´Porto Sports)

Hay fenómenos en este mundo que cada cual le de una lectura propia y hay quienes incluso se quedan sin explicación.  Creyentes o religiosos, entre los que me incluyo, confiamos que existe una relación estrecha entre la vida y la muerte, una conexión entre el alma y la materia que permite que sucesos como el que haré referencia no sean más parte de la causalidad que de la casualidad. Igual respeto al ateo que piense que todo lo espiritual son puras teorías y nuestro entorno está basado en el materialismo y punto.

De igual manera no me interesa establecer un debate en esa direcciónsinoy centrarme en la historia en cuestión, la cual no solo es tan reciente como de hace una semana sino también lo suficientemente cercana para dejarme conmocionado en el momento de descubrir ciertas coincidencias con el fallecimiento de la leyenda del pitcheo cubano Andrés Ayón Brown.

Dos días después de su visitarlo en el hospital Miguel Enríquez a propósito de su cumpleaños, Ayón dejó de respirar tras un año durísimo batallando contra una lesión cerebral. Afortunadamente varios de sus amigos más cercanos pudimos verlo con vida en una fecha tan importante sin saber que pocas horas después su corazón dejaría de latir.

En las jornadas luctuosas del 24 y 25 de octubre se produjeron varios hechos que se conectan con el miembro del Salón de la Fama de México. Fortuitos para muchos, pero no tanto para su familia creyente y un grupo amplio de quienes pensamos que nada pasa por gusto.

Primero fue el carro fúnebre que llevó el féretro de Ayón hacia el panteón de los peloteros profesionales en la Necrópolis de Colón. Enseguida varios nos dimos cuenta que el auto estaba identificado con un 14 bien visible (eso lo tenía puesto desde que comenzó a ofrecer estos servicios). Precisamente fue el número que utilizó casi toda su carrera el tres veces MVP de la Liga de México y que también sobresalió en Cuba, Estados Unidos y Nicaragua.

Pero si eso no bastara la chapa también tuvo su mística pues la parte inicial coincidió con el día de su nacimiento (22).

En el propio cementerio hubo un pasaje que, si bien no lo podemos relacionar directamente con el campeón en Series del Caribe y la Liga Internacional AAA con los Sugar Kings, no podemos aislarlo del todo. Sucede que conversando con mi amigo Tony nos preguntábamos cuántos quedaban vivos en Cuba de los que habían participado en la extinta Liga Profesional de la Isla, y qué fue de la vida de uno de los últimos sobrevivientes de aquel certamen: Jesús Jenks Loviu.

Increíblemente, y créanme que no exagero con esto que les digo aquí, me percaté que justo al lado de dónde fue sepultado Ayón había una lápida que hacía referencia que el pasado 10 de mayo allí inhumaron a aquel carismático señor que hacía muchos años no había visto más.

Y si usted piensa que ahí termina el capítulo un tanto incidental de Jenks se equivoca. Esa noche buscando en internet sobre él encuentro el perfil en Facebook con el mismo nombre y apellido, y para sorpresa mía era el padre de dos jóvenes a los que hacía un tiempo había conocido en casa de mi vecino Onel. Efectivamente, los muchachos eran los nietos de Jesús e hijos del hombre dueño de esa cuenta.

Pero retomando lo concerniente ciento por ciento con Ayón, días después me percato con otro amigo, el escultor Agustín Hernández Carlos, que había un pelotero que jugaba en la pelota profesional mexicana con el mismo nombre de nuestro cofrade fallecido. Y fue profundizando en esa búsqueda para una iniciativa próxima que nos dimos cuenta que, si bien ese tocayo era bateador y no lanzador, jugaba con la misma liga donde el otro se hizo estrella y con uno de los equipos que integró en México.

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Sin embargo, lo interesante se volvió extraordinario simplemente porque en ese partido que coincidía con la fecha del deceso de nuestro Andrés, el otro conectó por primera vez dos jonrones en un juego y terminó decidiendo para su club. Como si se tratase de un homenaje a distancia o una especie de reencarnación temporal en el momento de la partida hacia una dimensión diferente.

Si hasta aquí usted cree que es suficiente sepa que todavía queda un último punto de conexión que no deja de ser impresionante.

Horas después del funeral de uno de los lanzadores latinos con más victorias en ligas profesionales el dolor de uno de sus hijos fue compensado con una noticia especial. Mientras Alberto despedía desde Estados Unidos a su padre, su esposa daba a luz un bebé que se convertía así en el primer nieto que no podría conocer el cariño del abuelo Andrés. Pero ahí estaba, sirviendo de consuelo a la familia en medio del sufrimiento de muchos por no poder estar físicamente en todo este proceso tan complejo.

Y ahora los restos mortales de esta leyenda yacen en un panteón que él ayudó a construir y a donde tantas veces fue el primero en llegar para participar en homenajes a grandes peloteros que una vez fueron sus ídolos, que luego compartieron el mismo juego y escenarios, y ahora el lugar de descanso eterno.

Así son las cosas de la vida y de la muerte, de ese hilo inseparable entre el alma y la materia existente para muchos, mientras otros más incrédulos seguirán pensando en simples casualidades por muy fuertes y numerosas que sean como las tuvo sin dudas este ejemplo.

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