Por Alexander García Milián
En el aire lívido de Birmingham, una sensación sinestesica evoca el clásico ambiente de parsimonia y formalismos propios de Gran Bretaña. El té, el reloj de pulsera, la precisión con el tiempo, “el puntualismo” para decirlo en buen cubano; cada elemento en el estadio da una imagen, varias imágenes de Inglaterra, de lo inglés por cualquier lado. Desde Shakespeare, Marlowe y Milton, hasta Yeats, Kipling, Dickens y Virginia Wolf, las ideas fluyen bajo el estigma de cada uno de esos fenómenos de las letras universales; todos ingleses hasta los tuétanos, tanto como Sherlock Holmes o la reina Victoria, auténticos como el Palacio de Buckingham y Trafalgar Square.
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